Domingo IV de Pascua (Domingo del Buen Pastor)

Tiempo Pascual

|

Ciclo C

En aquellos días, Pablo y Bernabé continuaron desde Perge y llegaron a Antioquia de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.

Muchos judíos y prosélitos adoradores de Dios siguieron a Pablo y Bernabé, que hablaban con ellos exhortándolos a perseverar fieles a la gracia de Dios.

El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo.

Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía:
«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra”».

Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.

La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.

Ellos sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

 

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y uno de los ancianos me dijo:
«Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.

Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo.

El que se sienta en el trono acampará entre ellos.

Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos».

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre somos uno».

Señor, concédenos la gracia de vivir con alegría ser ovejas de tu rebaño

La liturgia de la Palabra propone hoy las lecturas de Hch 13,14.43-52, Apo 7,9.14b-17 y Jn 10,27-30.

 

1. El contexto del pasaje evangélico

El pasaje joánico recoge unas palabras de Jesús que están en estrecha relación con la primera parte del capítulo 10 dedicado a la figura del Buen Pastor. El contexto inmediato en que Jesús pronuncia estas palabras es la fiesta de la Dedicación del templo de Jerusalén (v. 22). Esta fiesta, llamada también Hanukkah, fue instituida con motivo de la restauración del culto por Judas Macabeo en el año 165 a. C., tras la profanación llevada a cabo por Antíoco IV Epífanes el año 167 a. C. al colocar una imagen de Zeus Olímpico sobre el altar de los holocaustos (cf 1Mac 4,36-60; 2Mac 6,1-7). Era invierno, pues la fiesta se celebraba en diciembre, y Jesús estaba paseando por el pórtico de Salomón (v. 23). Al requerimiento que le hacen los judíos, es decir, las autoridades religiosas (v. 24), sobre si es el Mesías, Jesús responde con unas palabras que recuerdan muy de cerca las que había dicho un poco antes (v. 14).

 

2. El logion sobre las ovejas

Las palabras de Jesús están formuladas en una estructura literaria fácilmente reconocible:
a) mis ovejas escuchan mi voz,
b) y yo las conozco,
a’) y ellas me siguen,
b’) y yo les doy la vida eterna,
a») y no perecerán para siempre,
c) y nadie las arrebatará de mi mano.
d) Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo,
c’) y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre.
d’) Yo y el Padre somos uno.

a) Las ovejas escuchan la voz de Jesús (v. 27a)
La relación que Jesús tiene con las ovejas de su rebaño es, en primer lugar, de escuchar su voz. Aquí el verbo escuchar abarca varios significados. Por una parte, significa reconocer, es decir, distinguir por la voz a quien es su verdadero pastor. Por otra, significa que atienden a su voz, es decir, que le hacen caso, le obedecen. De hecho, el verbo hebreo-arameo shamá’ significa escuchar y obedecer. Jesús da a entender, por tanto, que lo importante es que sus ovejas no sólo saben distinguir su voz, sino que le escuchan con atención, que le obedecen.

b) Jesús conoce a sus ovejas (v. 27b)
Jesús había hablado ya del conocimiento de sus ovejas (v. 14). Para comprender bien lo que Jesús quiere decir hay que tener en cuenta que en el pensamiento bíblico el verbo conocer (hebreo, yada’) tiene un amplio abanico de significados. Se usa no sólo para hablar del conocimiento al que se llega por el entendimiento, sino también por el conocimiento que viene del trato afectivo. De ahí que el verbo conocer equivale a veces a querer o amar.

Así como los pastores llegan a conocer a sus ovejas porque pasan gran parte de su vida con ellas, las cuidan, las protegen de los lobos, sufren el calor del día y el frío de la noche, soportan todo tipo de penurias, así también Jesús, con una entrañable mansedumbre, ha pasado gran parte de su vida junto a los suyos y ha compartido con ellos toda clase de fatigas, se ha cansado hasta la extenuación cuando recorría los caminos de Palestina predicando el Reino, ha pasado noches en vela orando al Padre por ellos, ha resistido los ataques terribles de los enemigos, lobos feroces, que buscaban saquear su rebaño. En el trato íntimo con los suyos Jesús se ha mostrado como el buen Pastor que ama a sus ovejas.

c) Las ovejas siguen a Jesús (v. 27c)
El v. 27 se cierra con la afirmación de Jesús: «Ellas me siguen». El tema del seguimiento estaba ya presente en el v. 4, donde Jesús decía que el pastor se pone delante las ovejas y ellas le siguen. Es la consecuencia lógica que se espera del comportamiento de las ovejas al ver cómo las trata el pastor. Si reciben tanto cariño, sería necio no seguirle, verse privadas de tanto bien. Las ovejas se fían de Jesús y siguen sus pasos, pisando las huellas que deja en el camino. Yendo detrás de Jesús, no tienen nada que temer.

d) Jesús les da la vida eterna (v. 28a)
El tema de la vida había aparecido ya en el v. 10: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (cf v. 11.17). En Jn 5,24 Jesús había dicho: «Quien escucha mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna». Siguiendo con la imagen de los pastores, hay que entender que así como ellos buscan los mejores pastos para las ovejas, así Jesús les proporciona a las suyas un alimento que no tiene comparación: La vida eterna. Es importante recordar que en Evangelio de Juan la vida eterna se identifica con el propio Jesús. Con esto Jesús da a entender que se da a sí mismo a sus ovejas como alimento. Es importante tener en cuenta que Jesús dice que ahora ya aquí sus ovejas reciben la vida eterna.

e) No perecerán para siempre (v. 28b)
Es la consecuencia lógica de haber recibido la vida eterna. La vida que Jesús infunde en sus ovejas lleva consigo el don de la victoria sobre la muerte. No perecer significa gozar de la vida en plenitud.

f) Nadie las arrebatará de la mano de Jesús (v. 28c)
Es asimismo la consecuencia de lo dicho antes, pues si no perecen para siempre es porque están protegidas por la mano de Jesús. La protección de la que habla Jesús hay que entenderla a la luz del v. 12, donde decía que el pastor asalariado huye cuando ve al lobo y las ovejas son víctimas del lobo. Jesús, por tanto, afirma de sí mismo que no es un asalariado, que no huye de los lobos, ni les tiene miedo, porque es más fuerte y poderoso que ellos. La palabra mano es usada aquí como un hebraísmo, es decir, una metáfora que en hebreo se usa para hablar del poder y la fuerza.

g) El poder del Padre (v. 29)
Además, Jesús tiene de su parte la protección y el poder del Padre, que se lo ha dado todo y es mayor que todo.
El comentario de san Gregorio Magno nos ayuda a personalizar las palabras de Jesús: «Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas, es decir, que las amo, y las mías me conocen. Habla, pues, como si quisiera dar a entender a las claras: Los que me aman vienen detrás de mí. Pues el que no ama la verdad es que no la ha conocido todavía. Mirad si sois en verdad sus ovejas, si le conocéis… Si le conocéis no sólo por la fe, sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino también por las obras… Sus ovejas encuentran pastos, porque quienquiera que siga al Señor con corazón sencillo se nutrirá con un alimento de eterno verdor. ¿Cuáles son, en efecto, los pastos de estas ovejas, sino los gozos eternos de un paraíso inmarchitable? Los pastos de los elegidos son la visión del rostro de Dios, con cuya plena contemplación la mente se sacia eternamente» (Homilías sobre los evangelios).

 

Que María, la Virgen fiel, nos alcance la gracia de seguir con fidelidad a Cristo, nuestro Buen Pastor.
¡FELIZ DOMINGO DEL BUEN PASTOR!

Artículos relacionados

Domingo V de Pascua

El texto comienza diciendo que «cuando salió (Judas)», Jesús habló a sus discípulos. Esto quiere decir que Judas no recibió el don del mandamiento nuevo del amor, en cierto modo porque él mismo ya se había excluido del amor a Jesús y a sus compañeros. Un corazón encerrado en sí mismo se hace incapaz de acoger la invitación a amar, que es darse sin medida.

Domingo III de Pascua

Jesús se aparece a los discípulos a orillas del mar, es decir, el lugar en que un día «se apareció» a unos pescadores galileos para tomarlos consigo y hacerlos pescadores de hombres (cf Mc 1,16-20). La aparición de Jesús resucitado sucede, por tanto, en el mismo lugar de la primera llamada. Después de la tormenta de su pasión, crucifixión y muerte, Jesús resucitado viene para confortarlos, reanimarlos y recordarles la primera vocación, confirmarlos en el amor primero.

Política de privacidad

En cumplimiento del Capítulo II de la ley 34/2002, LSSICE y del Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de los mismos, (RGPD), la presente página web es propiedad de la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, domiciliada en la calle San Bernardo 103, 28015 Madrid, y con CIF R2800454G, con teléfono de contacto 91.593.82.45 y correo virgendelosdolores@archimadrid.es.

En la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores aplicamos las medidas de seguridad necesarias para evitar la alteración, pérdida, tratamiento o acceso no autorizado de los datos personales, habida cuenta en todo momento del estado de la tecnología, así como para proteger sus datos y guardar total confidencialidad.

El usuario se hace responsable de la veracidad de la información que nos proporcione, así como de su actualización. Igualmente, será responsable de cualquier daño o perjuicio que pudiera derivarse como consecuencia de que los datos facilitados sean falsos, inexactos o no se encuentren actualizados.

Tal como exige la normativa vigente de protección de datos, le informamos de:

Finalidad del tratamiento

Al solicitar información a través del formulario de contacto, la Parroquia utilizará tus datos para responder a tu consulta; en este formulario solicitamos: nombre y apellidos, correo electrónico y, de forma opcional para facilitar la comunicación, un número de teléfono.

Legitimidad del tratamiento

Como usuario de nuestra web, mediante la marcación de la casilla que figura en el formulario de contacto, nos autorizas a que te remitamos las comunicaciones necesarias para dar respuesta a la consulta o solicitud de información que nos planteas en el formulario.

Tiempos de conservación de datos

Los datos de las consultas que recibamos a través del formulario se conservarán solamente el tiempo necesario para dar respuesta a la consulta planteada.

Destinatarios

Tus datos personales recopilados en el formulario de contacto no serán cedidos a ninguna entidad. En el caso de que, en algún supuesto, necesitemos dar a conocer su información personal a otras entidades, te solicitaremos previamente tu permiso a través de opciones claras que te permitirán decidir a este respecto.

Derechos de los usuarios

Puedes ejercer tus derechos de acceso, modificación, supresión y oposición de sus datos, así como ejercitar los derechos de limitación y portabilidad y otros derechos, enviando un escrito al correo electrónico virgendelosdolores@archimadrid.es, o mediante correo postal a la dirección arriba indicada, adjuntando fotocopia del DNI o pasaporte, poniendo como asunto “Protección de datos”.

También tienes derecho a presentar una reclamación ante la autoridad de control, la Agencia Española de Protección de Datos, a través de alguno de los medios siguientes:

Actualizaciones

La Parroquia Nuestra Señora de los Dolores se reserva el derecho a modificar la presente política para adaptarla a novedades legislativas o jurisprudenciales que puedan afectar al cumplimiento de la misma.