Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Tiempo Ordinario

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Ciclo C

He aquí que llega el día, ardiente como un horno, en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.

Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra.

El Señor llega para regir los pueblos con rectitud.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes.

Al Señor, que llega
para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.

Hermanos:
Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros.

No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar.

Además, cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma.

Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo.

A ésos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan.

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».

Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.

Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.

Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».

Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.

Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.

Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Ayúdanos con tu sabiduría, Señor, para que podamos dar un testimonio valiente del Evangelio

La liturgia de la Palabra propone hoy las lecturas de Mal 3,19-20a, 2Tes 3,7-12 y Lc 21,5-19. El pasaje evangélico, que forma parte del amplio discurso escatológico de Jesús (Lc 21), tiene paralelos en Mt 24,1-14; 10,17-22 y Mc 13,1-13.

 

1. El contexto del discurso (v. 5-7)

El largo discurso de Jesús comienza con motivo de la observación que algunos hacen acerca de la belleza del Templo de Jerusalén (v. 5). Para asombro de los presentes Jesús les anuncia que llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra (v. 6). Las palabras de Jesús provocan en ellos una preocupación que les lleva a hacerle una doble pregunta: ¿Cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que va a suceder? (v. 7).

 

2. El discurso escatológico

El discurso de Jesús se puede dividir en dos bloques: los tiempos de tribulación y angustia (v. 8-11) y la persecución contra los discípulos (v. 12-19).

a) Los tiempos de tribulación y angustia (v. 8-11)
Antes de nada hay que tener en cuenta que Jesús habla aquí conforme al lenguaje de la literatura apocalíptica, que usa expresiones de carácter catastrofista para referirse al final de los tiempos. Pero eso no significa que las cosas hayan de suceder así al pie de la letra, sino que es el modo de imaginar el final. De hecho, cuando Jesús alude a las guerras y revoluciones afirma que esos desastres no anuncian un final inminente (v. 9). El devenir de la historia ha mostrado que ha habido grandes guerras y revoluciones y, sin embargo, no ha llegado el final.

  • Las primeras palabras de Jesús se refieren al cuidado que sus discípulos deben poner: «Mirad para que no seáis engañados» (v. 8). Jesús se refiere a las mentiras que «muchos» usarán para engañar a los discípulos, que estarán esperando su venida, y se presentarán en su nombre, anunciando el final del tiempo. El verbo engañar, en griego planáo, se entiende como apartarse de la verdad o de la fidelidad. Los engañadores pretenderán robarles la verdad de la venida de Jesús y quebrar su fidelidad en la espera.
    Jesús les adelanta que estos mentirosos querrán llevar a cabo su impostura con dos anuncios: «Yo soy», es decir, serán unos impostores por usurpar la personalidad de Jesús; y «el tiempo está cerca», es decir, serán unos embaucadores (v. 8; cf Apo 1,3). Jesús es muy tajante al hablar del modo cómo los discípulos deben actuar: «No vayáis detrás de ellos» (v. 8), es decir, no os hagáis sus discípulos dando crédito a sus palabras. Al decir que serán «muchos» Jesús quiere subrayar que estos embaucadores se presentarán a lo largo del tiempo, y como si advirtiera de que cada época tendrá el suyo.
  • A continuación Jesús retoma la idea de las guerras, tema propio de la apocalíptica, para darles la clave con que discernir con lucidez que la aparición de guerras y revoluciones no son señales del fin. No deben sentir terror, sino que deben guardar la calma, pues es necesario que esto suceda primero (v. 9). La expresión «es necesario» corresponde a la forma verbal griega dei, que significa que algo sucede conforme al plan de Dios. En este caso Dios permite la aparición de guerras y revoluciones sin que ello signifique que ha llegado el fin. Los discípulos deben confiar en Dios y sus planes.
  • Con un vocabulario próximo a la literatura profética Jesús habla de guerras entre naciones y reinos (v. 10). Este anuncio recuerda de cerca el oráculo de Is 19,2 contra Egipto: «Incitaré a egipcios contra egipcios, lucharán … hermanos contra hermanos, ciudad contra ciudad, reino contra reino» (cf 2Crón 15,6). Jesús anuncia incluso señales más espectaculares: grandes terremotos, pestes y hambres (griego, limoi kai loimoi) en diversos países, y habrá fenómenos espantosos y grandes prodigios (vendrán) desde el cielo (v. 10-11). También estos fenómenos son rasgos de la literatura profética de corte apocalíptico (cf Ez 38,19; Ag 2,6; Is 5,13-14).

 

b) La persecución contra los discípulos (v. 12-19)
Tras hablar de los grandes sucesos que acontecerán, Jesús anuncia que antes de todo eso los discípulos serán perseguidos de diversos modos. Por una parte, serán detenidos y llevados a las sinagogas y a las cárceles, es decir, ante las autoridades judías, pero también ante reyes y gobernadores, es decir, ante las autoridades paganas (v. 12; cf Hch 9,15-16). Al hablar de reyes y gobernadores Jesús vislumbra un horizonte que va más allá de los límites de Palestina y del tiempo de los apóstoles. Jesús los alienta para que consideren que, si esas persecuciones son por su causa, tendrán la ocasión de dar testimonio acerca de Él por medio de su fidelidad y su amor (v. 13). De este modo, las persecuciones cambian de significado: No serán tanto momentos de dolor y sufrimiento cuanto ocasiones propicias para manifestar su adhesión incondicional y gozosa a Jesús. Además, en esos momentos deben «poner en el corazón», es decir, deben decidir no preparar su defensa. El verbo compuesto griego promeletáo significa aprender de memoria un discurso antes de pronunciarlo. Los discípulos deben renunciar a preparar su defensa en la confianza de que el mismo Jesús los asistirá poniendo en sus labios «palabras y sabiduría», es decir, palabras tan acertadas y convincentes, que sus adversarios no podrán contradecirlas (v. 14-15). Ante la firmeza y la elocuencia de su testimonio los enemigos quedarán confundidos.

Por otra parte, Jesús les advierte de que el peligro no les vendrá sólo de fuera, de los extraños, sino también desde dentro de la propia familia y de los amigos (v. 16), lo que hace que la persecución sea aún más dolorosa. Sobre todo teniendo en cuenta que muchos acabarán muriendo. ¿Puede haber algo más doloroso que un padre entregue a la muerte a un hijo o que un hermano traicione a otro hermano hasta ese extremo? Pero el odio contra los discípulos no se circunscribe al círculo familiar, sino que serán odiados por «todos». Los discípulos deben contar con el hecho de que eso les sucederá «por causa del nombre» de Jesús (v. 17). Para el pensamiento judío el nombre significa la persona, es decir, que lo que sufrirán los apóstoles no es por odio a ellos sino a Jesús. Jesús les garantiza que no se perderá ni un solo cabello de su cabeza (v. 18). Se trata de un proverbio, conocido en el Antiguo Testamento (cf 1Sam 14,45; 2Sam 14,11; 1Re 1,52), con el que Jesús les asegura la protección de Dios (cf Hch 27,34).

c) La perseverancia en la adversidad (v. 19)
Esta parte del discurso se cierra con un dicho de Jesús sobre la perseverancia: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». En griego perseverancia es hypomoné, un sustantivo relacionado con el verbo compuesto hypomonéo, que significa permanecer a pie firme, pero también sufrir y soportar. La idea que expresa Jesús es que los discípulos no sólo deben tener paciencia sino que tienen que mostrar un aguante firme y decidido, una fuerte capacidad de resistencia. Esta perseverancia que resiste y no desfallece es la que les permitirá conseguir el mayor de los bienes: la salvación de las almas. Pero hay que tener en cuenta que el sustantivo griego psyjé, equivalente al arameo nafsa, puede traducirse también por vida. De este modo, lo que Jesús les dice es que si perseveran y se fían exponiendo su vida alcanzarán la vida plena. Si los hombres les arrebatan la vida pasajera, Dios les dará la vida verdadera. La fundadora del Movimiento Focolar, Chiara Lubich, decía: «Se persevera en aquello que se ama». Entonces, lo que salvará nuestras vidas es la perseverancia en el amor a Jesús en medio de las pruebas. Esto es lo que Jesús les dijo a sus amigos: «Vosotros habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparó el reino para vosotros» (Lc 22,28-29).

 

Que María, la Virgen perseverante, nos alcance el don de la perseverancia en medio de las pruebas.
¡FELIZ DOMINGO!

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