La liturgia de la Palabra de esta fiesta da la posibilidad de elegir entre varias lecturas para el Evangelio. Yo propongo la de Jn 14,1-6.
1. El contexto del pasaje
Estas palabras constituyen el comienzo del largo discurso de despedida que Jesús pronunció durante la Última Cena (Jn 14-17). Después del lavatorio de los pies (13,1-20), de la predicción de la traición de Judas (13,21-30) y de la predicción de las negaciones de Pedro (13,36-38), Jesús inicia el discurso de despedida con unas palabras cargadas de consuelo para sus discípulos. El pasaje puede dividirse en dos partes: Jesús se va para preparar sitio (v. 1-4) y Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (v. 5-6).
2. Jesús se va a preparar sitio (v. 1-4)
Las palabras de Jesús se abren con una llamada a guardar la serenidad: «Que no se turbe vuestro corazón». Para turbar san Juan usa el verbo griego tarasso, que significa también agitarse, sufrir una fuerte conmoción o sacudida interna (cf 11,33; 13,21). Hay que tener en cuenta que en la mentalidad semítica el corazón representa no sólo la sede del amor y el afecto sino que también es la fuente de las decisiones. Tener turbado el corazón es como haber perdido el ánimo, la fortaleza; es estar acobardado y no tener lucidez mental.
La razón para no tener turbado el corazón es triple: Creer en el Padre, creer en Jesús y creer que hay un lugar preparado para ellos.
a) Creer en el Padre, creer en Jesús (v. 1)
Hay que tener en cuenta que el verbo creer, en griego pisteuo, puede traducirse también por fiarse de alguien, poner la confianza en alguien. Este verbo griego corresponde al hebreo y arameo aman, que significa ser firme, sólido, estable; y también ser fiel, digno de confianza. De este modo, lo que Jesús viene a decir es que los discípulos no tienen ningún motivo para estar agitados o turbados, sino que deben estar seguros de que, si creen, es decir, si se apoyan en el Padre, si ponen su confianza y se fían del Padre y de Él, están firmes como sobre roca. La fe les libera de toda agitación o turbación.
El modelo de esta fe es Abrahán. El patriarca estaba turbado y agobiado porque veía que moriría sin tener descendencia, pero Dios le hizo la promesa de darle un hijo (cf Gén 15,1-6; 17,16). Abrahán creyó, se fio de Dios, pues, como dice san Pablo, estaba persuadido de que Dios es capaz de cumplir lo que promete (cf Rom 4,17-21). La confianza en Dios le libró de su turbación.
b) Las moradas de la casa del Padre (v. 2)
Un motivo más para no estar agitados es que en la casa del Padre hay muchas moradas en las que los discípulos podrán descansar, pues Jesús les promete prepararles un lugar y llevarlos allí. Los discípulos deben fiarse de su promesa.
El sustantivo griego moné significa morada, estancia, aposento. Es posible que responda al arameo awawna, término que se relaciona con los albergues en que descansaban los viajeros después de un largo y fatigoso camino. Pero moné está emparentado con el verbo griego méno, cuyo significado es permanecer y morar, y que es usado con frecuencia por san Juan para hablar del permanecer o morar de los discípulos con Jesús y con el Padre (cf Jn 15).
c) Jesús se va a preparar sitio (v. 2)
Es evidente que cuando Jesús dice: «Me voy» se está refiriendo a su muerte, resurrección y ascensión. En efecto, el verbo griego poreuomai (como también hypago) lo ponen los evangelistas en labios de Jesús para hablar de su muerte (cf Lc 22,22; Mt 26,24; Mc 14,21; Jn 13,3; 13,33.36; 14,4). Es consolador comprobar cómo Jesús desdramatiza su muerte concibiéndola como una marcha (necesaria) para preparar un lugar para sus discípulos. Cuando aquí Jesús se refiere a su muerte, no lo hace pensando en sí mismo, en el dolor o el sufrimiento que pasará, sino en el bien y la alegría que conlleva para sus discípulos. Pensando en el bien de los discípulos, dice Jesús en el discurso de despedida: «Os conviene que yo me vaya» (Jn 16,7).
La expresión «preparar el lugar» hace pensar en las ocasiones en que Jesús habla del Reino de Dios como la sala en la que se celebra un banquete de bodas. De hecho, en Apo 12,8 se usa el sustantivo griego tópos para referirse a un lugar en el cielo.
d) La vuelta de Jesús (v. 3)
Jesús hace a los discípulos una segunda promesa: Que volverá para tomarlos y llevarlos consigo para que estén donde estará Él. Este venir de Jesús, cuando el sitio esté preparado, puede entenderse de dos modos. Por una parte, puede referirse a la muerte individual: En el momento de la muerte, Jesús viene para tomar de la mano a su discípulo y llevarlo al lugar que le ha preparado. De ese modo, la muerte pierde su carácter de una realidad terrible que atemoriza. Tomado de la mano por Jesús el cristiano no tiene nada que temer ante la muerte (cf Heb 2,14-15). En las tradiciones apócrifas acerca de la Asunción o Dormición de la Virgen se narra que cuando María está en su cama a punto de morir, rodeada de los Apóstoles, Jesús viene para llevarse a su Madre al cielo.
Por otra parte, si la marcha de Jesús es una forma de hablar de su muerte, resurrección y ascensión, su vuelta hay que entenderla del momento de la parusía. Cuando venga en la majestad de su gloria se llevará consigo a los suyos (cf 1Tes 4,13-17).
2. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (v. 5-7)
Las palabras de Jesús «adonde yo voy, ya sabéis el camino» (v. 4) provocan la intervención de Tomás acerca de no conocer el camino (v. 5). A lo que Jesús responde: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (v. 6). Se trata de una fórmula de revelación, semejante a las que ha usado Jesús en otras ocasiones: «Yo soy el pan de vida» (6,35.48), «Yo soy la luz del mundo» (8,12), «Yo soy el buen pastor» (10,11-14), «Yo soy la resurrección y la vida» (11,25).
Desde el punto de vista de la redacción griega hay que tener en cuenta que el uso del artículo quiere afirmar de manera enfática: Yo soy el único camino, la verdad sin
velo, la vida plena. Esta triple autorrevelación de Jesús se refiere a su misión como mediador de los hombres ante el Padre (Camino), revelador del Padre ante los hombres (Verdad) y plenificador de la vida de los hombres (Vida). Jesús es el Camino que por medio de la Verdad lleva a los hombres a la Vida.
El siguiente comentario de san Agustín explica muy bien cómo entender las palabras de Jesús: «Si lo amas, síguelo. ‘Yo lo amo -me dices-, pero ¿por qué camino lo sigo?’ Si el Señor tu Dios te hubiera dicho: ‘Yo soy la Verdad y la Vida’, y tú desearas la verdad y anhelaras la vida, sin duda que hubieras preguntado por el camino para alcanzarlas, y te estarías diciendo: ‘Gran cosa es la verdad, gran cosa es la vida. Ojalá mi alma tuviera la posibilidad de llegar hasta ellas’. ¿Quieres saber por dónde has de ir? Oye que el Señor dice primero: Yo soy el camino. Antes de decirte a donde, te dijo por donde: Yo soy el camino. ¿Y a dónde lleva el camino? A la verdad y a la vida. Primero dijo por donde tenías que ir, y luego a donde. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Permaneciendo junto al Padre, es la Verdad y la Vida; al vestirse de la carne, se hace Camino» (Tratados sobre el evangelio de san Juan 34,8-9).
Que María, la Madre de Cristo, interceda por nosotros para que siguiéndole como Camino lleguemos a la Verdad que nos da la Vida.
¡FELIZ DOMINGO!